Sol iluminó el día sin dejar de pensar en la apuesta. De nuevo llegó la noche. En el cielo apareció Luna guiñándole un ojo a Sol, se despidió de él. Luna estaba esa noche llena. Apareció el diablo haciendo temblar de nuevo el suelo. Llevaba debajo dos enormes piedras, coloco una en el Cerrillo y otra en las Verguillas. Todos miraban sin pestañear, Luna no medió palabra.
-Gracias pequeña –le dijo el Diablo-, estás llena y brillas mucho más. Tengo más luz para ver cómo debo saltar mejor. Ganaré la apuesta y me quedaré en el pueblo.
El Diablo dio un paso y colocó una de sus enormes patas en una de las piedras. Justo cuando iba a poner la otra, apareció Sol en el cielo.
Luna, haciendo un enorme esfuerzo, se puso delante del Sol, entre él y la tierra, provocando un eclipse que dejo a oscuras a todo el pueblo.
El silencio se hizo eterno. Todos callaron.
Un grito. El Diablo. Era él, estaba gritando sin parar. Luna se movió y volvió la luz. Todos vieron al Diablo quejarse sin parar, abriendo su enorme boca.
Tenía apoyadas sus manos en el trasero y saltaba con desesperación.
Luna se acercó a la torre de la Iglesia. En la punta de la veleta había algo, era un trozo de piel de color rojo. Era parte del trasero del diablo.
Lo cogió y se lo enseñó al Sol, quien no pudo evitar reír. Habían ganado la apuesta. Dijo:
-Pensabas que ibas a ganar tú, pero no es así, así que ahora deberá marcharte de aquí.
El Diablo agachó la cabeza y, llorando de rabia y dolor, comenzó a caminar sin volver la vista atrás.
Todos, incluso Luna y Sol, celebraron a lo grande el resultado de la apuesta.
La paz volvió al pueblo de Ólvega. Nadie volvió a ver al diablo por allí. Luna y Sol siguieron
Iluminado las noches y los días a los habitantes del pueblo. De vez en cuando repetían su famoso eclipse. Todavía pueden verse las huellas del diablo en las dos piedras que colocó a ambos lados de la torre de la iglesia para saltar, y en la veleta de la torre quedan restos de piel seca de color rojo que se comenta que es la piel del Diablo.
Acercaros a verla y podréis observar que esto que os cuento pudo ser verdad.
Ana Carmen Rubio Calvo
Este relato está contado por el Sr. Demetrio Raso, uno de nuestros mayores que más años tiene.
La historia está contada, casi textualmente, como él la narró, de ahí que hay muchas expresiones repetidas. Sin embargo hemos considerado de gran interés mantener este tipo de narración por ser la auténtica voz de nuestros mayores.