Cuando llegó a Noviercas se lo comunicó a sus vecinos y éstos salieron a buscarlo. Pero pronto se les echó la noche encima y tuvieron que regresar a sus casas. A la mañana siguiente madrugaron, pero el cerdo había caminado toda la noche y se había adentrado en el término municipal de la Cueva. Transcurrieron varios días y los noviercanos continuaban buscando el preciado verraco sin obtener frutos positivos.
Los vecinos de la Cueva enseguida tuvieron conocimiento de la presencia del animal en sus tierras, pues este comía de aquí y de allá y realizaba continuos destrozos en los campos. Por ello se decidieron a salir también en busca del verraco para tratar de capturarlo.
Las correrías del fugitivo ya se habían propagado por toda la comarca, así que los vecinos de Ólvega se pusieron de acuerdo con los de Fuentes para formar un frente común y salieron a cazar el verraco, dirigiéndose hacia la zona limítrofe ente La Cueva y Ólvega.
Los “covachos” habían localizado ya el verraco y lo seguían de cerca cuando el animal se adentró en el término de Ólvega, donde es capturado y reducido por los olvegueños con la ayuda de los fuentesinos, casi quitándoselo de los manos a los de La Cueva.
Nuestros antepasados y sus socios condujeron al animal hasta Ólvega, donde lo mataron. Allí dieron un gran banquete no siendo invitados los vecinos de Fuentes, argumentando que lo habían cogido en el término de Ólvega. Desde ese momento, y por su hazaña, los habitantes de las localidades vecinas llamaron a los olvegueños “ZAMPAOS” por haberse comido ellos solos el verraco.
Estos se defendían denominándolos “escocidos” si eran de La Cueva, porque se habían dejado escapar el cuadrúpedo; “gorras” si procedían de Fuentes, porque pretendían comer por la cara; o bien verraqueros a los vecinos de Noviercas. A estas calificaciones de los olvegueños también se sumaron los de Ágreda que estaban esperando a que les llegase el cerdo para dar buena cuenta de él. A ellos los “zampaos” les denominaban “espanaos”, porque del verraco no vieron ni los restos.
Las magras, patas, vísceras y en definitiva todo el animal, pues todo es aprovechable, se cocinaron en una gran merienda. Y es que realmente las chanzas y los apodos se soportan mejor con el estómago lleno.
Juan José Sanjuán